TEXTOS FOLCLÓRICOS
BLOQUE 2 : LOS TEXTOS FOLCLÓRICOS:
ANALISIS DE TRES CUENTOS FOLCLÓRICOS:
En esta entrada de mi blog analizaré tres cuentos de los
hermanos Grimm de una fuente fiable, donde diré para que edad son adecuados y
por qué.
Y, si los utilizaría en mi aula de infantil como futura
profesora y si cambiaria o adaptaría algo del cuento para la edad recomendada.
El folclore, hace referencia a diferentes aspectos de la
cultura popular.
Las tres características fundamentales del folclore son: el
anonimato (ya que un texto tiene tantos autores como personas lo han narrado a
lo largo de los siglos hasta el momento en que alguien lo fijó a través de la
escritura), la oralidad y la multiplicidad de variantes (debida a la
transmisión vertical, pero sobre todo a la transmisión horizontal y a la
adaptación de los textos a las culturas que los acogieron).
Transmisión del folclore
Los arrieros, viajantes y buhoneros eran los encargados de
trasmitir estas historias de pueblo en pueblo; historias que luego se expandían
por entre la memoria de aquellas gentes mediante la voz de los cabezas de
familia o las matriarcas y que quedaban en el recuerdo para ser contadas tiempo
después a las generaciones más jóvenes.
Una regla imprescindible para el maestro: los textos
folclóricos son para contar y cantar; los textos de autor, para leer.
El cuento folclórico, podría definirse, como un relato breve
de asunto ficticio y carácter lúdico surgido de la tradición oral.
También es una forma más espontanea de contar cuentos en el aula,
ya que se puede improvisar, es todo mas natural, ya que no lo leen de ningún sitio,
sino que se lo tienen que ir imaginando mientras lo van contando y de esta manera,
también se puede adaptar un mismo cuento a diferentes edades modificando
elementos que sean adecuados para cada edad, omitiendo cosas o sustituyéndolas
por otras.
La historia, narrada, presenta unas características
distintas que la hacen una excelente técnica
para fomentar el desarrollo del lenguaje oral y proporcionar
una buena base de la alfabetización.
1. La experiencia de escuchar una historia que se cuenta es
más personal y conectada con el oyente. El narrador puede mantener el contacto
visual y la adaptar de la narración de la historia a los oyentes.
2. El lenguaje de la narración suele ser más informal que el
texto impreso. Los oyentes, independientemente de sus conocimientos de idiomas
o habilidades de lectura, puedan entender la historia, ya que se comunica a
través de palabras, entonación vocal, los gestos, las expresiones faciales y el
movimiento del cuerpo (Mallan 1997).
3. La narración oral (Storytelling) promueve el desarrollo
en el lenguaje expresivo (de manera oral y escrita) y presenta nuevo
vocabulario y lenguaje en una forma poderosa que inspira a los niños a emular
el modelo que han experimentado. Stauffer (1980) dice que la función del
lenguaje es comunicar, y la comunicación es el propósito principal del
lenguaje. En la configuración personal del entorno de la narración de cuentos,
el lenguaje del narrador y la historia juntos establecer una relación que anima
a los niños a conectarse con la historia usando su propia lengua y
experiencias. La experiencia de la narración de cuentos ayuda a los niños a
generar sus propias historias (Nelson 1989).
1º CUENTO :
RAPUNZEL , DE LOS HERMANOS GRIMM .
Había una vez un hombre y una mujer que vivían solos y
desconsolados por no tener hijos, hasta que, por fin, la mujer concibió la
esperanza de que Dios Nuestro Señor se disponía a satisfacer su anhelo. La casa
en que vivían tenía en la pared trasera una ventanita que daba a un magnífico
jardín, en el que crecían espléndidas flores y plantas; pero estaba rodeado de
un alto muro y nadie osaba entrar en él, ya que pertenecía a una bruja muy
poderosa y temida de todo el mundo. Un día asomóse la mujer a aquella ventana a
contemplar el jardín, y vio un bancal plantado de hermosísimas verdezuelas, tan
frescas y verdes, que despertaron en ella un violento antojo de comerlas. El
antojo fue en aumento cada día que pasaba, y como la mujer lo creía
irrealizable, iba perdiendo la color y desmirriándose, a ojos vistas. Viéndola
tan desmejorada, le preguntó asustado su marido: "¿Qué te ocurre,
mujer?" - "¡Ay!" exclamó ella, "me moriré si no puedo comer
las verdezuelas del jardín que hay detrás de nuestra casa." El hombre, que
quería mucho a su esposa, pensó: "Antes que dejarla morir conseguiré las
verdezuelas, cueste lo que cueste." Y, al anochecer, saltó el muro del
jardín de la bruja, arrancó precipitadamente un puñado de verdezuelas y las
llevó a su mujer. Ésta se preparó enseguida una ensalada y se la comió muy a
gusto; y tanto le y tanto le gustaron, que, al día siguiente, su afán era tres
veces más intenso. Si quería gozar de paz, el marido debía saltar nuevamente al
jardín. Y así lo hizo, al anochecer. Pero apenas había puesto los pies en el
suelo, tuvo un terrible sobresalto, pues vio surgir ante sí la bruja.
"¿Cómo te atreves," díjole ésta con mirada iracunda, "a entrar
cual un ladrón en mi jardín y robarme las verdezuelas? Lo pagarás muy
caro." - "¡Ay!" respondió el hombre, "tened compasión de
mí. Si lo he hecho, ha sido por una gran necesidad: mi esposa vio desde la
ventana vuestras verdezuelas y sintió un antojo tan grande de comerlas, que si
no las tuviera se moriría." La hechicera se dejó ablandar y le dijo:
"Si es como dices, te dejaré coger cuantas verdezuelas quieras, con una
sola condición: tienes que darme el hijo que os nazca. Estará bien y lo cuidaré
como una madre." Tan apurado estaba el hombre, que se avino a todo y,
cuando nació el hijo, que era una niña, presentóse la bruja y, después de
ponerle el nombre de Verdezuela; se la llevó.
Verdezuela era la niña más hermosa que viera el sol. Cuando
cumplió los doce años, la hechicera la encerró en una torre que se alzaba en
medio de un bosque y no tenía puertas ni escaleras; únicamente en lo alto había
una diminuta ventana. Cuando la bruja quería entrar, colocábase al pie y
gritaba:
"¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!"
Verdezuela tenía un cabello magnífico y larguísimo, fino
como hebras de oro. Cuando oía la voz de la hechicera se soltaba las trenzas,
las envolvía en torno a un gancho de la ventana y las dejaba colgantes: y como
tenían veinte varas de longitud, la bruja trepaba por ellas.
Al cabo de algunos años, sucedió que el hijo del Rey,
encontrándose en el bosque, acertó a pasar junto a la torre y oyó un canto tan
melodioso, que hubo de detenerse a escucharlo. Era Verdezuela, que entretenía
su soledad lanzando al aire su dulcísima voz. El príncipe quiso subir hasta
ella y buscó la puerta de la torre, pero, no encontrando ninguna, se volvió a
palacio. No obstante, aquel canto lo había arrobado de tal modo, que todos los
días iba al bosque a escucharlo. Hallándose una vez oculto detrás de un árbol,
vio que se acercaba la hechicera, y la oyó que gritaba, dirigiéndose a o alto:
"¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!"
Verdezuela soltó sus trenzas, y la bruja se encaramó a lo
alto de la torre. "Si ésta es la escalera para subir hasta allí," se
dijo el príncipe, "también yo probaré fortuna." Y al día siguiente,
cuando ya comenzaba a oscurecer, encaminóse al pie de la torre y dijo:
"¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!"
Enseguida descendió la trenza, y el príncipe subió.
En el primer momento, Verdezuela se asustó Verdezuela se
asustó mucho al ver un hombre, pues jamás sus ojos habían visto ninguno. Pero
el príncipe le dirigió la palabra con gran afabilidad y le explicó que su canto
había impresionado de tal manera su corazón, que ya no había gozado de un
momento de paz hasta hallar la manera de subir a verla. Al escucharlo perdió
Verdezuela el miedo, y cuando él le preguntó si lo quería por esposo, viendo la
muchacha que era joven y apuesto, pensó, "Me querrá más que la
vieja," y le respondió, poniendo la mano en la suya: "Sí; mucho deseo
irme contigo; pero no sé cómo bajar de aquí. Cada vez que vengas, tráete una
madeja de seda; con ellas trenzaré una escalera y, cuando esté terminada,
bajaré y tú me llevarás en tu caballo." Convinieron en que hasta entonces
el príncipe acudiría todas las noches, ya que de día iba la vieja. La hechicera
nada sospechaba, hasta que un día Verdezuela le preguntó: "Decidme, tía
Gothel, ¿cómo es que me cuesta mucho más subiros a vos que al príncipe, que
está arriba en un santiamén?" - "¡Ah, malvada!" exclamó la
bruja, "¿qué es lo que oigo? Pensé que te había aislado de todo el mundo, y,
sin embargo, me has engañado." Y, furiosa, cogió las hermosas trenzas de
Verdezuela, les dio unas vueltas alrededor de su mano izquierda y, empujando
unas tijeras con la derecha, zis, zas, en un abrir y cerrar de ojos cerrar de
ojos se las cortó, y tiró al suelo la espléndida cabellera. Y fue tan
despiadada, que condujo a la pobre Verdezuela a un lugar desierto, condenándola
a una vida de desolación y miseria.
El mismo día en que se había llevado a la muchacha, la bruja
ató las trenzas cortadas al gancho de la ventana, y cuando se presentó el
príncipe y dijo:
"¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!"
la bruja las soltó, y por ellas subió el hijo del Rey. Pero
en vez de encontrar a su adorada Verdezuela hallóse cara a cara con la
hechicera, que lo miraba con ojos malignos y perversos: "¡Ajá!"
exclamó en tono de burla, "querías llevarte a la niña bonita; pero el
pajarillo ya no está en el nido ni volverá a cantar. El gato lo ha cazado, y
también a ti te sacará los ojos. Verdezuela está perdida para ti; jamás
volverás a verla." El príncipe, fuera de sí de dolor y desesperación, se
arrojó desde lo alto de la torre. Salvó la vida, pero los espinos sobre los que
fue a caer se le clavaron en los ojos, y el infeliz hubo de vagar errante por
el bosque, ciego, alimentándose de raíces y bayas y llorando sin cesar la
pérdida de su amada mujercita. Y así anduvo sin rumbo por espacio de varios
años, mísero y triste, hasta que, al fin, llegó al desierto en que vivía
Verdezuela con los dos hijitos los dos hijitos gemelos, un niño y una niña, a
los que había dado a luz. Oyó el príncipe una voz que le pareció conocida y, al
acercarse, reconociólo Verdezuela y se le echó al cuello llorando. Dos de sus
lágrimas le humedecieron los ojos, y en el mismo momento se le aclararon,
volviendo a ver como antes. Llevóla a su reino, donde fue recibido con gran
alegría, y vivieron muchos años contentos y felices.
UTILIZACIÓN DEL CUENTO EN EL AULA :
Esta historia , la contaria para los alumnos de la edad de
5-6 años , y cambiaria el vocabulario , ya que es un poco complejo , por
palabras mas sencillas y conocidas por los niños.
Me parece el argumento mas bonito que el que enseñan en
Disney , conocido popularmente por los niños , por lo que dejaría la historia
como esta , pero cambiaria algunas cosas como que se clava en los ojos espinos
, porque me parece algo bruto , lo cambiaria por un hechizo de la bruja , y por
ultimo cambiaria el titulo del cuento por Verdenzuela , que es como la llaman
durante todo el cuento , porque en esta historia no se reconoce como Rapuncel .
Y lanzaría unas preguntas a los niños para que opinaran
entre ellos como :
¿si fuerais el padre , concederías dejar a vuestro hijo por
un capricho de vuestra pareja ?
¿si fuerais Verdenzuela intentariais escapar de la torre?
¿Cómo ?
¿Qué os parece el final ¿¿Cómo pensabais que acabaría ¿Crear
vuestro propio final?
2º CUENTO:
CAPERUCITA ROJA DE LOS HERMANOS GRIMM.
Había una vez una adorable niña que era querida por todo
aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que
no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito
de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa,
así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día su madre le dijo: "Ven,
Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta
canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora
temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con
cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y
no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides
decirle, "Buenos días," ah, y no andes curioseando por todo el
aposento."
"No te preocupes, haré bien todo," dijo Caperucita
Roja, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el
bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Roja
en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo.
Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo
ningún temor hacia él. "Buenos días, Caperucita Roja," dijo el lobo.
"Buenos días, amable lobo." - "¿Adónde vas tan temprano,
Caperucita Roja?" - "A casa de mi abuelita." - "¿Y qué
llevas en esa canasta?" - "Pastel y vino. Ayer fue día de hornear,
así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para
fortalecerse." - "¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja?"
- "Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres
grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás
visto," contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en
silencio a sí mismo: "¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito - y será
más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a
ambas fácilmente." Entonces acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo
del camino y luego le dijo: "Mira Caperucita Roja, que lindas flores se
ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te
has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en
el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está
lleno de maravillas."
Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del
sol danzando aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto
de los pájaros, pensó: "Supongo que podría llevarle unas de estas flores
frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no
habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora." Y
así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una,
veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el
bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de
la abuelita y tocó a la puerta. "¿Quién es?" preguntó la abuelita.
"Caperucita Roja," contestó el lobo. "Traigo pastel y vino.
Ábreme, por favor." - "Mueve la cerradura y abre tú," gritó la
abuelita, "estoy muy débil y no me puedo levantar." El lobo movió la
cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a la
cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de
ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.
Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando
flores, y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de
su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando llegó, se sorprendió al
encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan extraño presentimiento
que se dijo para sí misma: "¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras
veces que me ha gustado tanto estar con abuelita." Entonces gritó:
"¡Buenos días!," pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y
abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole
toda la cara, y con una apariencia muy extraña. "¡!Oh, ¡abuelita!"
dijo, "qué orejas tan grandes que tienes." - "Es para oírte
mejor, mi niña," fue la respuesta. "Pero abuelita, qué ojos tan
grandes que tienes." - "Son para verte mejor, querida." -
"Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes." - "Para
abrazarte mejor." - "Y qué boca tan grande que tienes." -
"Para comerte mejor." Y no había terminado de decir lo anterior,
cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja.
Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a
tirar en la cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador que
por casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y
pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces
ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí.
"¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!" dijo él.” ¡Hacía tiempo
que te buscaba!" Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando
pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser
salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó
a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había hecho dos cortes, vio
brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita
Roja salió rapidísimo, gritando: "¡Qué asustada que estuve, ¡qué oscuro
que está ahí dentro del lobo!," y enseguida salió también la abuelita,
vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo
muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo
despertó, quiso correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que
no soportó el esfuerzo y cayó muerto.
Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó
la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el
vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja solamente
pensó: "Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el
bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer."
También se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba
pasteles a la abuelita, otro lobo le habló, y trató de hacer que se saliera del
sendero. Sin embargo, Caperucita Roja ya estaba a la defensiva, y siguió
directo en su camino. Al llegar, le contó a su abuelita que se había encontrado
con otro lobo y que la había saludado con "buenos días," pero con una
mirada tan sospechosa, que, si no hubiera sido porque ella estaba en la vía
pública, de seguro que se la hubiera tragado. "Bueno," dijo la
abuelita, "cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar."
Luego, al cabo de un rato, llegó el lobo y tocó a la puerta y gritó:
"¡Abre abuelita que soy Caperucita Roja y te traigo unos pasteles!"
Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, así que aquel hocicón se puso a
dar vueltas alrededor de la casa y de último saltó sobre el techo y se sentó a
esperar que Caperucita Roja regresara a su casa al atardecer para entonces saltar
sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conocía muy bien sus
malas intenciones. Al frente de la casa había una gran olla, así que le dijo a
la niña: "Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que
trae con agua la cubeta en las que las cociné, a la olla que está afuera."
Y llenaron la gran olla a su máximo, agregando deliciosos condimentos. Y
empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del lobo, y empezó a
aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y caminó hasta llegar a la
orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de bruces
exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y cocinándose
inmediatamente. Y Caperucita Roja retornó segura a su casa y en adelante
siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que buscan hacer daño.
UTILIZACIÓN DEL CUENTO EN EL AULA:
La historia de caperucita de los hermanos Grimm añade un
aprendizaje que es aprender de lo errores para no cometerlos, por lo que esta
bien cometer errores.
Este cuento le utilizaría en la edad de 4-5 años ya que a
esta edad les fascina los personajes animales humanizados y creo que podrían
disfrutar de la historia, porque hay un malo y un bueno y tienen donde posicionarse.
Haría preguntas como: ¿qué haríais si fuerais caperucita por
el bosque y os encontráis al lobo, hablarías con el ?
¿si vuestra madre os dice de ir solos por el bosque iríais ?
¿cambiarias algo del final ?
Me parece adecuado el lenguaje, con palabras simples y un
bonito argumento.
3º CUENTO:
HANSEL Y GRETEL, DE LOS HERMANOS GRIMM.
Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su
mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hansel, y la niña, Gretel. Apenas tenían
qué comer, y en una época de carestía que sufrió el país, llegó un momento en
que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día. Estaba el leñador
una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las preocupaciones le
dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer: - ¿Qué va a ser
de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda?
- Se me ocurre una cosa -respondió ella-. Mañana, de madrugada, nos llevaremos
a los niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos
un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como
no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos. - ¡Por Dios,
mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el
abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las
fieras. - ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de
hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes! -. Y
no cesó de importunarle hasta que el hombre accedió-. Pero me dan mucha lástima
-decía.
Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantenía siempre
desvelados, oyeron lo que su madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre
amargas lágrimas, dijo a Hansel: - ¡Ahora sí que estamos perdidos! - No llores,
Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, que yo me las arreglaré para
salir del paso. Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantó se, pásese la
chaquetita y salió a la calle por la puerta trasera. Brillaba una luna
esplendorosa y los blancos guijarros que estaban en el suelo delante de la
casa, relucían como plata pura. Hansel los fue recogiendo hasta que no le
cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel: - Nada
temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó de
nuevo.
A las primeras luces del día, antes aún de que saliera el
sol, la mujer fue a llamar a los niños: - ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos
de ir al bosque por leña-. Y dando a cada uno un pedacito de pan, les
advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero no os lo comáis antes, pues no
os daré más. Gretel se puso el pan debajo del delantal, porque Hansel llevaba
los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino del
bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hansel se detenía de cuando en cuando,
para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre: - Hansel, no te quedes
rezagado mirando atrás, ¡atención y piernas vivas! - Es que miro el gatito
blanco, que desde el tejado me está diciendo adiós -respondió el niño. Y
replicó la mujer: - Tonto, no es el gato, sino el sol de la mañana, que se
refleja en la chimenea. Pero lo que estaba haciendo Hansel no era mirar el
gato, sino ir echando blancas piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo
del camino.
Cuando estuvieron en medio del bosque, dijo el padre: -
Recoged ahora leña, pequeños, os encenderé un fuego para que no tengáis frío. Hansel
y Gretel reunieron un buen montón de leña menuda. Prepararon una hoguera, y
cuando ya ardió con viva llama, dijo la mujer: - Poneos ahora al lado del
fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamos por el bosque a
cortar leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros.
Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al
mediodía, cada uno se comió su pedacito de pan. Y como oían el ruido de los
hachazos, creían que su padre estaba cerca. Pero, en realidad, no era el hacha,
sino una rama que él había atado a un árbol seco, y que el viento hacía chocar
contra el tronco. Al cabo de mucho rato de estar allí sentados, el cansancio
les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos. Despertaron, cuando
ya era noche cerrada. Gretel se echó a llorar, diciendo: - ¿Cómo saldremos del
bosque? Pero Hansel la consoló: - Espera un poquitín a que brille la luna, que
ya encontraremos el camino. Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño,
cogiendo de la mano a su hermanita, guiase por las guijas, que, brillando como
plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda la noche, y llegaron a la
casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abrió la madrastra, que,
al verlos, exclamó: - ¡Diablo de niños! ¿Qué es eso de quedarse tantas horas en
el bosque? ¡Creíamos que no queríais volver! El padre, en cambio, se alegró de
que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por haberlos abandonado.
Algún tiempo después hubo otra época de miseria en el país,
y los niños oyeron una noche cómo la madrastra, estando en la cama, decía a su
marido: - Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza de pan, y
sanseacabó. Tenemos que deshacernos de los niños. Los llevaremos más adentro
del bosque para que no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay
salvación para nosotros. Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y
pensaba: "Mejor harías partiendo con tus hijos el último bocado."
Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó de reproches e
improperios. Quien cede la primera vez, también ha de ceder la segunda; y, así,
el hombre no tuvo valor para negarse.
Pero los niños estaban aún despiertos y oyeron la conversación.
Cuando los viejos se hubieron dormido, levantó se Hansel con intención de salir
a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo, pues la
mujer había cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para
consolarla: - No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos
ayudará.
A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos de
la cama y les dio su pedacito de pan, más pequeño aún que la vez anterior.
Camino del bosque, Hansel iba desmigajando el pan en el bolsillo y,
deteniéndose de trecho en trecho, dejaba caer miguitas en el suelo. - Hansel,
¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntó le el padre-. ¡Vamos, no te
entretengas! - Estoy mirando mi palomita, que desde el tejado me dice adiós. -
¡Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino el sol de la mañana, que
brilla en la chimenea. Pero Hansel fue sembrando de migas todo el camino.
La madrastra condujo a los niños aún más adentro del bosque,
a un lugar en el que nunca había estado. Encendieron una gran hoguera, y la
mujer les dijo: - Quedaos aquí, pequeños, y si os cansáis, echad una
siestecita. Nosotros vamos por leña; al atardecer, cuando hayamos terminado,
volveremos a recogemos. A mediodía, Gretel partió su pan con Hansel, ya que él
había esparcido el suyo por el camino. Luego se quedaron dormidos, sin que
nadie se presentara a buscar a los pobrecillos; se despertaron cuando era ya de
noche oscura. Hansel consoló a Gretel diciéndole: - Espera un poco, hermanita,
a que salga la luna; entonces veremos las migas de pan que yo he esparcido, y
que nos mostrarán el camino de vuelta. Cuando salió la luna, se dispusieron a
regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se las habían comido los mil
pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hansel a Gretel: - Ya daremos con el
camino -pero no lo encontraron. Anduvieron toda la noche y todo el día
siguiente, desde la madrugada hasta el atardecer, sin lograr salir del bosque;
sufrían además de hambre, pues no habían comido más que unos pocos frutos
silvestres, recogidos del suelo. Y como se sentían tan cansados que las piernas
se negaban ya a sostenerlos, achárense al pie de un árbol y se quedaron
dormidos.
Y amaneció el día tercero desde que salieron de casa.
Reanudaron la marcha, pero cada vez se extraviaban más en el bosque. Si alguien
no acudía pronto en su ayuda, estaban condenados a morir de hambre. Pero he
aquí que hacía mediodía vieron un hermoso pajarillo, blanco como la nieve,
posado en la rama de un árbol; y cantaba tan dulcemente, que se detuvieron a
escucharlo. Cuando hubo terminado, abrió sus alas y emprendió el vuelo, y ellos
lo siguieron, hasta llegar a una casita, en cuyo tejado se posó; y al acercarse
vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de bizcocho, y las ventanas
eran de puro azúcar. - ¡Mira qué bien! -exclamó Hansel-, aquí podremos sacar el
vientre de mal año. Yo comeré un pedacito del tejado; tú, Gretel, puedes probar
la ventana, verás cuán dulce es. Se encaramó el niño al tejado y rompió un
trocito para probar a qué sabía, mientras su hermanita mordisqueaba en los
cristales. Entonces oyeron una voz suave que procedía del interior:
"¿Será acaso la ratita
la que roe mi casita?"
Pero los niños respondieron:
"Es el viento, es el viento
que sopla violento."
Y siguieron comiendo sin desconcertarse. Hansel, que
encontraba el tejado sabrosísimo, desgajó un buen pedazo, y Gretel sacó todo un
cristal redondo y se sentó en el suelo, comiendo a dos carrillos. Abrió se
entonces la puerta bruscamente, y salió una mujer viejísima, que se apoyaba en
una muleta. Los niños se asustaron de tal modo, que soltaron lo que tenían en
las manos; pero la vieja, meneando la cabeza, les dijo: - Hola, pequeñines,
¿quién os ha traído? Entrad y quedaos conmigo, no os haré ningún daño. Y,
cogiéndolos de la mano, los introdujo en la casita, donde había servida una
apetitosa comida: leche con bollos azucarados, manzanas y nueces. Después los llevó
a dos camitas con ropas blancas, y Hansel y Gretel se acostaron en ellas,
creyéndose en el cielo.
La vieja aparentaba ser muy buena y amable, pero, en
realidad, era una bruja malvada que acechaba a los niños para cazarlos, y había
construido la casita de pan con el único objeto de atraerlos. Cuando uno caía
en su poder, lo mataba, lo guisaba y se lo comía; esto era para ella un gran
banquete. Las brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas de vista; pero,
en cambio, su olfato es muy fino, como el de los animales, por lo que desde muy
lejos ventean la presencia de las personas. Cuando sintió que se acercaban Hansel
y Gretel, dijo para sus adentros, con una risotada maligna: "¡Míos son;
éstos no se me escapan!" Levantase muy de mañana, antes de que los niños
se despertasen, y, al verlos descansar tan plácidamente, con aquellas
mejillitas tan sonrosadas y coloreadas, murmuró entre dientes: "¡Serán un
buen bocado!" Y, agarrando a Hansel con su mano seca, llevó lo a un
pequeño establo y lo encerró detrás de una reja. Gritó y protestó el niño con
todas sus fuerzas, pero todo fue inútil. Dirigió se entonces a la cama de
Gretel y despertó a la pequeña, sacudiéndola rudamente y gritándole: -
Levántate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo
tengo en el establo y quiero que engorde. Cuando esté bien cebado, me lo
comeré. Gretel se echó a llorar amargamente, pero en vano; hubo de cumplir los
mandatos de la bruja.
Desde entonces a Hansel le sirvieron comidas exquisitas,
mientras Gretel no recibía sino cáscaras de cangrejo. Todas las mañanas bajaba
la vieja al establo y decía: - Hansel, saca el dedo, que quiero saber si estás
gordo. Pero Hansel, en vez del dedo, sacaba un huesecito, y la vieja, que tenía
la vista muy mala, pensaba que era realmente el dedo del niño, y todo era
extrañarse de que no engordara. Cuando, al cabo de cuatro semanas, vio que Hansel
continuaba tan flaco, perdió la paciencia y no quiso aguardar más tiempo: -
Anda, Gretel -dijo a la niña-, a buscar agua, ¡ligera! Esté gordo o flaco tu
hermano, mañana me lo comeré. ¡Qué desconsuelo el de la hermanita, cuando venía
con el agua, y cómo le corrían las lágrimas por las mejillas! "¡Dios mío,
ayúdanos! -rogaba-. ¡Ojalá nos hubiesen devorado las fieras del bosque; por lo
menos habríamos muerto juntos!" - ¡Basta de lloriqueos! -gritó la vieja-;
de nada han de servirte.
Por la madrugada, Gretel hubo de salir a llenar de agua el
caldero y encender fuego. - Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he
calentado el horno y preparado la masa -. Y de un empujón llevó a la pobre niña
hasta el horno, de cuya boca salían grandes llamas. Entra a ver si está
bastante caliente para meter el pan -mandó la vieja. Su intención era cerrar la
puerta del horno cuando la niña estuviese en su interior, asarla y comérsela
también. Pero Gretel le adivinó el pensamiento y dijo: - No sé cómo hay que hacerlo;
¿cómo lo haré para entrar? - ¡Habrá ser visto criatura más tonta! -replicó la
bruja-. Bastante grande es la abertura; yo misma podría pasar por ella -y, para
demostrárselo, se adelantó y metió la cabeza en la boca del horno. Entonces
Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de
hierro, corrió el cerrojo. ¡Allí era de oír la de chillidos que daba la bruja!
¡Qué gritos más pavorosos! Pero la niña echó a correr, y la malvada hechicera
hubo de morir quemada miserablemente.
Corrió Gretel al establo donde estaba encerrado Hansel y le
abrió la puerta, exclamando: ¡Hansel, estamos salvados; ya está muerta la
bruja! Saltó el niño afuera, como un pájaro al que se le abre la jaula. ¡Qué
alegría sintieron los dos, y cómo se arrojaron al cuello uno del otro, y qué de
abrazos y besos! Y como ya nada tenían que temer, recorrieron la casa de la
bruja, y en todos los rincones encontraron cajas llenas de perlas y piedras
preciosas. - ¡Más valen éstas que los guijarros! -exclamó Hansel, llenándose de
ellas los bolsillos. Y dijo Gretel: - También yo quiero llevar algo a casa -y,
a su vez, se llenó el delantal de pedrería. - Vámonos ahora -dijo el niño-;
debemos salir de este bosque embrujado -. A unas dos horas de andar llegaron a
un gran río. - No podremos pasarlo -observó Hansel-, no veo ni puente ni
pasarela. - Ni tampoco hay barquita alguna -añadió Gretel-; pero allí nada un
pato blanco, y si se lo pido nos ayudará a pasar el río -.
Y gritó:
"Patito, buen patito
mío Hansel y Gretel han llegado al río.
No hay ningún puente por donde pasar;
¿sobre tu blanca espalda nos quieres llevar?"
Acercase el patito, y el niño se subió en él, invitando a su
hermana a hacer lo mismo. - No -replicó Gretel-, sería muy pesado para el
patito; vale más que nos lleve uno tras otro. Así lo hizo el buen pato, y
cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieron caminado otro trecho, el
bosque les fue siendo cada vez más familiar, hasta que, al fin, descubrieron a
lo lejos la casa de su padre. Echaron entonces a correr, entraron como una
tromba y se colgaron del cuello de su padre. El pobre hombre no había tenido
una sola hora de reposo desde el día en que abandonara a sus hijos en el
bosque; y en cuanto a la madrastra, había muerto. Volcó Gretel su delantal, y
todas las perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hansel
vaciaba también a puñados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en adelante
vivieron los tres felices. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
UTILIZACIÓN DEL CUENTO EN EL AULA:
Utilizaría este cuento para la edad de 5-6 años, la ultima
etapa de infantil, ya que es para reflexionar sobre muchas cosas.
Les contaría la historia y después haría preguntas para que
comentaran entre ellos como: ¿Qué os parece la actitud de mirar por si mismos y
dejar tirados a sus hijos?
¿Cómo resolveríais el problema si fuerais los padres ?
¿Qué haríais en la situación de Hansel y Gretel ?
De este cuento, cambiaria las expresiones, y pondría
palabras y frases mas sencillas y simples, ya que hay un vocabulario complejo.
Y la dejaría como esta la historia, porque, aunque es un
poco dura, es la realidad de esos tiempos, de como por la pobreza, llegar a
puntos extremos para poder sobrevivir y también porque aparecen valores como
aprender a buscarse la vida si te pasa algo malo, sin la ayuda de papa y mama.
CONCLUSIÓN:
Como conclusión, pienso que los textos folclóricos son una
parte fundamental como herramienta de actividad en el aula, ya que, a parte de
ser parte de nuestra historia literaria, (cosa que creo que no se debería de
perder porque es algo importante); de que han ido pasando de generación en generación,
con modificaciones según la época, claro está. Pero manteniendo su esencia.
Lo veo un recurso útil, para cuando no hay cuentos
literarios en el aula, o para cuando al profesor le apetece improvisar en un
tiempo libre del aula y no tiene nada pensado.
Creo que saber textos folclóricos para contar a los niños en
un aula te puede sacar de muchos apuros y se puede disfrutar mucho con ellos,
ya que son las historias originales, sin adaptaciones.
BIBLIOGRAFÍA:
La actividad está bien planteada pero la aplicación al aula es extremadamente superficial. No has analizado ni la simbología (motivos, arquetipos...) ni la morfología (viaje del héroe) para plantear las preguntas.
ResponderEliminarPreguntas induciendo una interpretación concreta de los cuentos en lugar de dejar libertad a los niños para que los interpreten según su visión del mundo.Es justo lo contrario de lo que hay que hacer.
Debes revisarlas y ampliarlas con cuatro tipos de preguntas:
- Las que ponen a los niños en las situaciones por las que pasan los personajes (¿qué haríais si...?)
- Las que juzgan sus acciones (¿qué os parece lo que hizo X en este momento?...¿y en este otro?).
- Qué podemos aprender de esta historia (recuerda que no es necesario que la respuesta sea la misma que darías tú desde tu mentalidad adulta).
- ¿Cómo se imaginan a los personajes o los espacios en los que se desarrolla la historia?